martes, 15 de octubre de 2013

Collage romano





“¿De qué sirve confesarme, si no me arrepiento?” (Al Pacino, El Padrino III)

La culpa la tiene James Joyce; suya es la idea de introducir a Leopold Bloom en ‘Ulises’. Una obra ideal para no llevártela nunca a la playa. Un libro prohibido y criticado por su inconexión, presunto aburrimiento e incomprensión. Una lectura inmortal que tomo como sostén para explicar lo que pasó por mi mente durante los quince minutos que tardé ayer en llegar desde Piazza Venezia a San Pietro. Una paseo en solitario a lo más profundo de mí. Creo que jamás se habla tanto (interior o exteriormente) como cuando se está solo. Mi intención es que no se entienda nada.

Calor, molestias en el pie ante la gran cantidad de papilomas, aunque en Italia las llaman ‘verruca’ por la tendencia de esta gente a simplificar su idioma o bien llenarlo de anglicismos para dar una calidad artificial. Tengo hambre, recuerdo las codornices que me comí con Isa hace dos semanas, a la plancha, antes degustamos sus huevos con anchoas y raviolis de berenjena rellenos de requesón, como aperitivo. Hambre, pocas ganas de dar clases, increíble el placer de no ser reconocido por nadie. Campo de’ Fiori, mercado, especias, zumo de granada, los italianos comen siempre sin beber agua, ni vino, ni nada al mediodía. Radio Vaticana, ni caso me hicieron con el CV, visión increíble de una fachada romana con colores ocres, que parecen recién pintados, mujer tiende la ropa. Recuerdo las entrañas de Vallecas con todo el mundo haciendo lo propio. No la echo de menos, sí Castel Sant’Angelo. Memorable noche de verano con música clásica y visita al pasadizo secreto de los Papas en épocas de guerras. Roma vista de noche, cortada por el Tevere, a un lado lo pagano y al otro lo cristiano. El pie me recuerda su malestar, no quiero hablar, busco restaurantes escondidos, música de Verdi cerca de San Pedro, pido periódicos fingiendo ser quién no soy, o sí soy ese en realidad. Parón de nuevo, gordo, delgado, ensaladas, panchitos, Budapest, qué ganas de la ópera allí. Esta noche Pechino Express con Isa. Mañana tarta de manzana casera para desayunar. Gran caminata. Roma es preciosa, mientras más caótica parece. Me gustan las tiendas de libros usados, llenas de polvo. Aún no encontré una igual de cine como la que llevaba mi amigo Fernando en España. ¿El nuevo lenguaje que usa Bresson en su cine tendrá relación con el Ulises de Joyce? Dudas, alegrías, problemas. ¿De verdad que se pueden fusionar la Biblia y La Odisea? Sólo sé que no sé nada.Venta ambulante, aroma a café... Aún es pronto, y yo sigo sin tener claro si el tea blanco está mejor con o sin leche.