“¿De qué
sirve confesarme, si no me arrepiento?” (Al Pacino, El Padrino III)
La culpa
la tiene James Joyce; suya es la idea de introducir a Leopold Bloom en ‘Ulises’.
Una obra ideal para no llevártela nunca a la playa. Un libro prohibido y criticado
por su inconexión, presunto aburrimiento e incomprensión. Una lectura inmortal que
tomo como sostén para explicar lo que pasó por mi mente durante los quince
minutos que tardé ayer en llegar desde Piazza Venezia a San Pietro. Una paseo en
solitario a lo más profundo de mí. Creo que jamás se habla tanto (interior o
exteriormente) como cuando se está solo. Mi intención es que no se entienda
nada.
Calor, molestias
en el pie ante la gran cantidad de papilomas, aunque en Italia las llaman ‘verruca’
por la tendencia de esta gente a simplificar su idioma o bien llenarlo de anglicismos
para dar una calidad artificial. Tengo hambre, recuerdo las codornices que me
comí con Isa hace dos semanas, a la plancha, antes degustamos sus huevos con
anchoas y raviolis de berenjena rellenos de requesón, como aperitivo. Hambre,
pocas ganas de dar clases, increíble el placer de no ser reconocido por nadie.
Campo de’ Fiori, mercado, especias, zumo de granada, los italianos comen
siempre sin beber agua, ni vino, ni nada al mediodía. Radio Vaticana, ni caso
me hicieron con el CV, visión increíble de una fachada romana con colores
ocres, que parecen recién pintados, mujer tiende la ropa. Recuerdo las entrañas
de Vallecas con todo el mundo haciendo lo propio. No la echo de menos, sí
Castel Sant’Angelo. Memorable noche de verano con música clásica y visita al
pasadizo secreto de los Papas en épocas de guerras. Roma vista de noche,
cortada por el Tevere, a un lado lo pagano y al otro lo cristiano. El pie me
recuerda su malestar, no quiero hablar, busco restaurantes escondidos, música
de Verdi cerca de San Pedro, pido periódicos fingiendo ser quién no soy, o sí
soy ese en realidad. Parón de nuevo, gordo, delgado, ensaladas, panchitos,
Budapest, qué ganas de la ópera allí. Esta noche Pechino Express con Isa. Mañana
tarta de manzana casera para desayunar. Gran caminata. Roma es preciosa,
mientras más caótica parece. Me gustan las tiendas de libros usados, llenas de
polvo. Aún no encontré una igual de cine como la que llevaba mi amigo Fernando
en España. ¿El nuevo lenguaje que usa Bresson en su cine tendrá relación con el
Ulises de Joyce? Dudas, alegrías, problemas. ¿De verdad que se pueden fusionar la Biblia y La Odisea? Sólo sé que no sé nada.Venta ambulante, aroma a café... Aún es pronto, y yo sigo sin tener claro si el tea blanco está mejor con o sin leche.