"Me convertí en actor de cine, y el cine es algo para
personas desequilibradas, no para gente seria" (Paul Newman)
Vaya por delante que los periodistas somos, en ocasiones, previsibles. También que este artículo no tiene nada que ver con el sexo, afortunadamente para todos. O no, según se mire. Quise atraer a gente mediante la ‘carnaza’ para comprobar, una vez más, que en ocasiones se dispara erróneamente al pianista, y si es desgraciadamente cierto que la gente demanda ‘mierda’ vestida de noticia en los diferentes medios de comunicación. Pido perdón a quién se pueda ofender, pero es necesario vomitar esto para que el gremio de la pluma se libere de vez en cuando. Sí, ese gremio triste y pobre que a veces es agradecido por trabajar gratis a sabiendas de hacer daño a la profesión. Ahora, intuyendo que lo que te cuento va sobre Roma, tú decides si seguir o parar; yo ya he conseguido averiguar si el número de visitas ha ascendido notablemente demandando guarnición en lugar de solomillo, algo que ha perdido peso en todas las facetas de la vida.
Si has dejado de leer, no sabrás
que para conocer Roma es mejor alejarte de ella. Salir rumbo hacia la Via Apia -la auténtica calzada romana -donde se encuentran las principales catacumbas. Son enterramientos creados en
la Roma Imperial (pagana en su mayoría), que acogían a los cristianos de
aquella época, repudiados de puertas a dentro de la ciudad. De todas las que se
visitan, destaco San Sebastián y San Calixto, lugar donde puedes ver el mítico
lema ¿Quo Vadis? (¿Adónde vas?), frase vinculada a la tradición cristiana de
San Pedro, un santo que huyó de Roma cuando comenzó la persecución de Nerón
contra los cristianos. Por el camino, en un páramo agreste de algún lugar de la
Via, encontró a Jesús que caminaba apesadumbrado con la cruz. “¿Quo Vadis
Domine (señor)?”, preguntó Pedro, a lo que Jesús le respondió que proseguía su
camino para ser crucificado. Entonces, la vergüenza se apoderó de Pedro,
cobarde condescendiente con un ligero atisbo de arrepentimiento. Volvió atrás,
a Roma, y fue martirizado en el lugar donde hoy se encuentra la Basílica que
miles de peregrinos visitan cada día. Se levantó en honor a él y pasó a ser un
héroe. Nunca se sabrá si lo hizo de corazón o por aparentar, las dos maneras de
actuar que tenemos los humanos. Esta historia, al conocerla, sólo se me ocurrió
rematarla con uno de mis homenajes: jamón, salami picante, berenjena asada,
tortilla de espárragos y olivas verdes de entrantes; pasta con salsa de jabalí
de primero y caracoles de segundo. También fuera de la capital, donde los proscritos
descansaban, donde se vislumbra desde todos los niveles la vida, donde sólo se
encuentra ese tipo de carne. Quizá también me esté volviendo un cobarde con inquietudes indecentes. Quizá no tenga razón, quiza.
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