sábado, 1 de junio de 2013

Naturaleza ingobernable





 ¿Quién es más culpable: el tentador o el tentado? (William Shakespeare)

Cuatro son las mafias más destacadas de Italia: Camorra (Campaña), Cosa Nostra (Sicilia), Ndrangheta (Calabria) y Sacra Corona Unita (Puglia). Todas afincadas en el sur, aunque ramificadas por todo el país, y el mundo entero.
La mafia, para entendernos, es la extorsión mediante el crimen organizado, el uso exhaustivo de los códigos de honor, el blanqueo de dinero, el enriquecimiento mediante la prostitución, la droga y la basura. Controlan el país, sí, pero se resignan a dominar la capital… Definitivamente ingobernable. Lo dijo uno de los capos de la Banda della Magliana, una organización criminal autóctona de Roma que operó durante los años setenta y ochenta en connivencia con jefes de estado, jueces, Vaticano, Brigadas Rojas (grupo terrorista) y mafias.
Comenzaron como esbirros del poder, para terminar ejemplarizándolo. También ayudaron los testigos que apostaron por la omertà (ley del silencio), a gente corrupta que buscó individualmente sobrevivir. Quizá esta mentalidad enfermiza provenga de unos orígenes negros de una nación que, como tal, existe desde hace poco más de 150 años. Un lugar sin identidad, mentalidad de equipo y sin deseo ferviente de trabajar desde la base con buenos cimientos. Ya comenzó mal, y ahora es perezoso para comenzar de cero. Tiene demasiado miedo a la felicidad, por eso prefiere vivir como está, acomodado a buscarse la vida obviando los medios, como Maquiavelo.
Esta banda encontró un terreno perfectamente preparado para su éxito, pero fue devorada por sí misma, con gloria y miseria. Roma, que no quiere tener dueños, hizo el resto. Hoy en día esta parte del mundo alberga a personajes de todo tipo, pero ninguno osa controlarla. Corre el riesgo de muerte, de ver la autodestrucción como única vía de salida. Hoy ese grupo de pistoleros es historia, como también lo es el séptimo y último rey de la historia romana. Sellamó Tarquinio ‘el Soberbio’, nació en el año 535 antes de Cristo. Desde entonces, jamás hubo un sucesor. Todos han sucumbido en el intento.

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