¿Quién es más culpable:
el tentador o el tentado? (William Shakespeare)
La mafia, para entendernos, es la extorsión mediante el crimen organizado, el uso exhaustivo de los códigos de honor, el blanqueo de dinero, el enriquecimiento mediante la prostitución, la droga y la basura. Controlan el país, sí, pero se resignan a dominar la capital… Definitivamente ingobernable. Lo dijo uno de los capos de la Banda della Magliana, una organización criminal autóctona de Roma que operó durante los años setenta y ochenta en connivencia con jefes de estado, jueces, Vaticano, Brigadas Rojas (grupo terrorista) y mafias.
Comenzaron como esbirros del poder,
para terminar ejemplarizándolo. También ayudaron los testigos que
apostaron por la omertà (ley del silencio), a gente corrupta que buscó individualmente sobrevivir.
Quizá esta mentalidad enfermiza provenga de unos orígenes negros de una nación
que, como tal, existe desde hace poco más de 150 años. Un lugar sin identidad,
mentalidad de equipo y sin deseo ferviente de trabajar desde la base con buenos
cimientos. Ya comenzó mal, y ahora es perezoso para comenzar de cero. Tiene
demasiado miedo a la felicidad, por eso prefiere vivir como está, acomodado a
buscarse la vida obviando los medios, como Maquiavelo.
Esta banda encontró un terreno perfectamente
preparado para su éxito, pero fue
devorada por sí misma, con gloria y miseria. Roma, que no quiere tener dueños,
hizo el resto. Hoy en día esta parte del mundo alberga a personajes de todo
tipo, pero ninguno osa controlarla. Corre el riesgo de muerte, de ver la
autodestrucción como única vía de salida. Hoy ese grupo de pistoleros es
historia, como también lo es el séptimo y último rey de la historia romana. Sellamó Tarquinio ‘el Soberbio’, nació en el año 535 antes de Cristo. Desde
entonces, jamás hubo un sucesor. Todos han sucumbido en el intento.
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