martes, 29 de enero de 2013
Baile de máscaras
Los romanos repudian lo nuevo. Esa afirmación, por si me quedaba alguna duda, la comprobé la semana pasada cuando acudí con mi cámara de fotos a pasear por el centro financiero desde donde quiere crecer la capital. Quise conocer las razones de su origen y el porqué de su permanencia.
Su nombre, EUR, se debe a 'Esposizione Universale Roma'. Es una zona suburbana que comenzó a construir Benito Mussolini en 1935 con intención de inaugurarla en el 42, año en que se cumplía el vigésimo aniversario del Fascismo. Nunca llegó a celebrarse debido a la derrota de las potencias del Eje en la II Guerra Mundial. Pero el barrio siguió creciendo, se acercó al mar, construyó su museo de la Civilización Humana (foto superior) -conocido con el sobrenombre de Coliseo Cuadrado- y la Basílica de San Pedro y San Pablo.
Esa zona, repleta de oficionas y edificios que piden la vez para acercarse al cielo, es también verde y ordenada. Su traza ortogonal es tan perfecta que resulta aburrida y fea para una población que la frecuenta en Vespa y Smart sólo para trabajar. Un espacio, al que da la espalda la urbe, que cuenta con su iglesia y su emblema artístico. Ambos concebido desde un punto de vista monumental... Porque eso es Roma, un trozo de mundo que enseña su poder mediante lo exagerado; nada que ver con el plasticismo de la Grecia arcaica. En ellos irradia un estilo fascista gracias a su magnitud, austeridad y simplificación de las formas. Una vez más patriotismo y religión, pero concebido desde el minimalismo. Porque la grandiosidad permanece, pero se viste a la moda, a 'su' moda. Y es que Roma reniega del fascismo. Mucho más si éste aún adorna el punto desde donde quiere madurar. Demasiadas razones para obstaculizar el crecimiento del 'quartiere'. Esto tiene sentido si la ciudad lo pensara e hiciera con el corazón, pero es que cabe la posibilidad que resulte una mera excusa para camuflar sus miedos y carencias, que sólo sea un ataque con coraza. La consecuencia o el resultado, quién sabe, de una sociedad hipócrita con tintes homófobos y racistas. Una población que seguirá diciendo que odia a la derecha...
Dicen que cuando una mentira se repite muchas veces se convierte en verdad. Los romanos son felices así, siempre con sus remiendos de carnaval. Asustados de ellos mismos.
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lunes, 21 de enero de 2013
Atrapado
Nostálgica y perezosa
Roma vive sin vivir en sí
bella, brava y presuntuosa
como el cielo y el frenesí
Lo soñé mientras dormía
mitad deseo; mitad melancolía
porque la reina de los cielos
es princesa cada día
La flor camufla su fruto
recelosa de perder belleza
sucede también con el futuro
que esconde la Ciudad Eterna
De autoestima baja
y mirada prepotente
Roma no escucha
ni cree, ni quiere, ni puede
Condena su competencia
saca pecho por su rostro
no fortalece su esencia
lo impide el fulgor de sus ojos
Llegó sin pedir la vez
se va sin decir adiós
sabe que su amanecer
se concibe desde el amor
Es egoísta y mentirosa
te quiere y te odia
sabe que sucumbiste
al embrujo de su memoria
Te mira con condescendencia
te subestima y mueve tus hilos
te mata y te resucita
con una flecha... Y un cumplido.
ROMA CAPUT MUNDI
miércoles, 16 de enero de 2013
Pequeños placeres
Esto no es un artículo sobre fútbol, pero quiero remitirme a él, a sus orígenes concretamente, para contar una metáfora. El establishment de este deporte dice que fue inventado por los ingleses. También que se expandió a Sudamérica, y al resto del mundo, mediante intercambios comerciales vía marítima. Todo esto es casi cierto, aunque basta profundizar para encontrar grabados de hace 5.000 años en el que aparecen japoneses y chinos jugando al fútbol con el pie ¡y con las manos!
Tú eres libre de elegir con qué te quedas. Si con las verdades tamizadas o las 'mentiras' sepultadas entre legajos. Yo, que soy incrédulo e inquieto por naturaleza, os invito a dar un paseo por diez sitios particulares de Roma sacando ese tercer ojo que todos tenemos. Se recomienda alzar la cabeza y afinar la vista. Mirar desde el corazón; nunca desde el raciocinio. Así se identifica lo verdaderamente extraordinario y atractivo.
- Tumba de Rafael. Situada en el Panteón de Agripa, recoge este epitafio: "Aquí yace Rafael, del cual la naturaleza temía ser vencida mientras era vivo, mas ahora que es muerto, teme de morir". Todo lo que pueda añadir sería mancharlo. Esto delata la personalidad del artista y la magnitud de su obra.
- Ojo de la cerradura. Se alcanza a través de una puerta en la Piazza de los Caballeros de Malta. Allí se encuentra una villa de esta orden militar. Tres países se extienden bajo tu mirada: pisas en Italia, prosigue tu visión por Malta para arribar al Vaticano.
- Vía Margutta. Escondida entre el bullicio de las tiendas que circundan Piazza di Spagna. Huele siempre a primavera y da cobijo a los espectros de Vittorio Gassman, Audrey Hepburn o Gregory Peck.
- Éxtasis. La iglesia de Santa María della Vittoria es tan pequeña que, si no fuera porque te llama a gritos, no repararías en ella. Eso es Barroco, una llamada a los fieles para su recogimiento. Dentro: El Éxtasis de Santa Teresa, esa heroína religiosa en el momento de su canonización. El mérito es de Bernini.
- Mercado de Campo de Fiori. Esta plaza es el único lugar de la ciudad donde se cruzan la noche y el día. Se toman las últimas copas mientras montan el mercado de fruta y especias más bello de la ciudad. Comienza la mañana...
- Mística del Olímpico. Custodiado por esculturas de antiguos atletas romanos (decorado realizado para acoger los JJ.OO. de 1960), también por niebla, humedad y fútbol. El aroma a café y carne a la brasa te enseña el camino de los vomitorios. Juega la Roma.
- Gianicolo. No es una de las siete colinas, pero sí la más impactante. Descansa en los hombros de la urbe, una Roma desordenada que le agradece sus noches de vigilia gracias a la escultura ecuestre de Garibaldi.
- Sinagoga. Es la casa de la comunidad judía italiana. Ortodoxos y no tanto. Está flanqueada por restaurantes especializados en frattaglie (casquería), tradición judio-romana. Comida de pobres para la gente más chic de aquí.
- Dolce Maniera. Es el nombre de la 'cornetteria' (croissanteria) más singular de Roma. El nombre no importa, tampoco su dimensión. Son cinco metros cuadrados repartidos en un piso subterráneo que acoge un paraíso de Nutella, crema, chocolate blanco y demás sabores. 0,40 es el precio.
- EUR. La zona moderna de la capital italiana. Desde donde quiere empezar a crecer y modernizarse. El problema es que Roma envidia a Roma. La protege excesivamente y la frena. Lo hace sin darse cuenta. O eso quiero pensar.
miércoles, 9 de enero de 2013
Soy romanista
"El fútbol es un triste viaje del placer al deber... En él ya no hay libertad" (Eduardo Galeano, 'El fútbol a sol y sombra').
En los últimos meses he vivido un proceso de conversión. Aposté por el bigote, la ópera, la jazz y el ajedrez, protagonistas inesperados de mi nueva vida. También por el amor a una escuadra diferente y singular. Una Roma que no me produce sufrimiento en su derrota y mucho goce en la victoria. Le doy las gracias, porque esos sentimientos se extrapolan, equitativamente, a mi Barça. Pero eso ya es otro discurso... Probablemente el de ver las cosas con perspectiva, desde otro prisma, desde las extrañas letanías de la mente, desde el fulgor que supone darte cuenta que el fútbol no es más que un deporte para disfrutar. De lo contrario, dejaría de ser un deporte.
Soy de la Roma porque es interesante en la victoria, pero mucho más en la derrota. Porque ataca y luego defiende, porque juega Totti, porque su himno lo canta Antonello Venditti, pero sobre todo por el criterio de su gente y la naturaleza de sus gladiadores.
Sus 'tifosi' adulan a Zeman (cuyo mayor éxito es ascender al Pescara a Serie A, y odian a Capello, que les dirigió en su último 'scudetto'). Eso eso fútbol, pasión, criterio, valores, personalidad. Eso es algo tan impresionantemente bueno como para ser comprendido. Esa misma gente prefiere ser goleada a perder por la mínima, porque busca diversión en el campo, porque sabe que nunca ganará nada. Y, probablemente, el día que lo haga dejará de ser feliz, pues el balón se habrá convertido en un producto de la mercadotecnia.
Así son los 'giallorossi', ligados para siempre con Totti por cómo es y por lo que renunció a ser. Pero también con otro capitán eterno: Agostino Di Bartolomei, que se suicidó la mañana del 30 de mayo de 1994, justo cuando se cumplían diez años de la final de Copa de Europa que perdió la Roma, en el Olímpico, frente al Liverpool por penaltis. Él marcó el primero, pero los bailes de Grobbelaar dilapidaron los sueños italianos. Dicen que jamás superó ese trance, por eso apareció muerto junto a un epitafio que él mismo escribió antes de enfundar la pistola Smith & Wesson del calibre 38. "Me siento cerrado en un agujero".
Si a historias como ésta le añades que la afición lazial mitifica a personajes como Di Canio -un jugador mediocre que dejó sello sólo por su afilición a las hordas fascistas de Mussolini-, Stefano Mauri -actual capitán, que estuvo varios días en la cárcel por verse salpicado en las apuestas deportivas- o a la magnífica escuadra (mitad bandida; mitad suprema) del 74, la de los 'Balones y pistolas', la de Chinaglia y Re Cecconi, sólo se queda libre un camino. Porque todos los caminos conducen a (la) Roma.
jueves, 3 de enero de 2013
Volver
"Roma non basta una vita", recita el dicho popular de la ciudad. Y es verdad, se necesitan varias para poder verla en su plenitud. Yo voy por la segunda, y tengo que reconocer que está siendo interesante. No voy a descubrir su envoltura, pero sí quiero maniestar que está más cercenada (física y mentalmente) de lo que la gente piensa. Los culpables de ambos atrasos son dos, pero prefiero que los adivinéis. Yo procuraré servirlos en bandeja de oro, con la cabeza de un caballo frío debajo de un crucifijo.
Haber nacido gay en el 'belpaese' supone, por desgracia, casi una enfermedad. Y ya se sabe que con las prohibiciones sucede siempre el efecto inverso: aumenta la perversión, el lado más lascivo y oscuro de la gente. Fellini lo retrató perfectamente en La Dolce Vita, una apología de la incomunicación, una fotografía de una ciudad que esconde más que enseña. Sucede también con muchas de las mujeres, resignadas a un machismo lacerante que les tiene atadas de pies y manos. Una situación imposible de cambiar, porque aquí nada puede cambiar. No interesa, porque los hilos están movidos por los mismos desde hace muchos años. Y así ha sido desde que los Borbones se marcharon.
A este bloqueo mental hay que añadirle uno físico claro. Cada año, el Estado destina gran parte de los presupuestos a mejorar las infraestructuras de la ciudad (edificios, asfalto, transporte...). Un dinero que se 'pierde' cuando la obra se paraliza o, mejor aún, se demora eternanemente mientras hace un guiño a la población. La autovía que une a Salerno con Reggio Calabria lleva años y años, y los que quedan, para finalizar sus obras. No interesa, porque viven muchas familias del dinero que se destina a su lavado de cara. Roma está levantada por muchos sitios -cada vez más-. En algunos de ellos se sabía de antemano que los trabajos se bloquearían nada más partir, pero no importa. Roma son dos ciudades -una debajo de otra-, pero eso no es óbice para hacer un metro ligero -en las nubes- y restaurar sus calles, que te llevan constantemente a un dulce lugar repleto de magia y opio. Yo también formo parte de ello y ya no puedo salir. La explicación es difícil de comprender, como esa carretera sin sentido que traza el sur del país.
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