miércoles, 27 de agosto de 2014

Las hadas ignorantes



"La muerte llegará, al fin y al cabo la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nadie", (Jorge Bucay)

Ferzan Özpetek, director de cine y guionista turco-italiano, dice que Las hadas ignorantes son aquellas que tienen el poder de cambiar el mundo... Y, además, sin darse cuenta. A mí me gusta especialmente la naturaleza de esta frase, quizás porque me sedujo su película y comprendo la naturaleza del barrio donde se rodó (Ostiense), donde precisamente vive el cineasta desde hace varios años.
Ostiense es una calle que sale del metro Pirámide, junto al cementerio inglés acatólico. No está lejos de Garbatella ni de Testaccio y, como él, desprende arte callejero, urban. Terrorismo artístico de gente cuya represión tiene que expulsar de alguna manera. El corazón de la zona es el Gasómetro, mientras que los vasos sanguíneos pasan por debajo de puente de hierro (el único en Roma con este material), antiguo puerto de la ciudad, donde llegaban incluso embarcaciones de España transportando aceite en vasijas de barro y arcilla. Recipientes que se fueron destruyendo y almacenando en una de las orillas del Tíber para crear lo que hoy es el Monte Testaccio, visitable en la urbe. 
No quisiera alejarme del mensaje que me transmite un barrio, otrora mortecino y obrero, hoy iluminado por nuevas generaciones con ganas de cambiar el orden general de las cosas. Quizás mueran en el intento, porque Roma es impenetrable y no se puede modificar. Prueba de ello es que aún se camina por calzadas milenarias y se come en restaurantes (El Rugantino, en Trastevere) donde las vestimentas de los camareros emulan a las del típico personaje trasteverino de siglos pasados. Con harapos y remiendos. Por cierto, dicho restaurante se ubica entre las plazas Gioacchino Belli y Trilussa, los dos poetas romanos más importantes de todos los tiempos. Ellos elevaron el dialecto romanesco a la cima pese a los innumerables prejuicios que cosechaba (aún hoy) esta forma de hablar, tan criticada entonces, y ahora, por Florencia y el Vaticano. Ellos, sin querer, cambiaron el mundo -o al menos lo intentaron- por una idea. Escribieron y reivindicaron su obra el el periódico Il Rugantino, paradojas del destino. Vivieron, amaron y murieron. 
No sé si Özpetek se refiere a todo esto, pero algo me dice que él transmite la necesidad de intentarlo, porque puede que seamos también hadas ignorantes. O, como dice David Bowie, heroes just for one day. Pero también puedo estar equivocado, que todo esto sea una farsa, un mero discurso de autoayuda para gente desubicada. La vida es un sinfín de interpretaciones sujetas a muy pocas realidades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario