jueves, 21 de marzo de 2013

Una tragicomedia





“Cuando estés en Roma, compórtate como los romanos” (San Agustín)

La ‘comedia all’italiana’ es un género cinematográfico que encontró cobijo en el país de la bota a mediado de los cincuenta. Lo sostuvieron Vittorio Gassman, Marcello Mastroiani, Nino Manfredi, Sofía Loren, Totó, Claudia Cardinale y, sobre todo, Alberto Sordi. Ahora se cumple el décimo aniversario de la muerte del gran ‘Albertone’ (1920-2003), y Roma, su ciudad, se ha vestido de purpurina para conmemorar semejante cita con sinfín de actividades, el bautizo de una calle con su nombre y un museo que alberga los vestuarios de sus principales películas. Por cierto, es gratuito… E impagable.
Hay una frase que me sorprendió hace más de seis meses, justo el primer día de mi actual trabajo. “Todos los romanos somos Alberto Sordi y él es todos nosotros”, dijo un compañero. Aún no la vivo como ellos, pero comienzo a comprenderla tras ver algunas de sus maravillosas películas (Un americano a Roma, Il Vigile, Un giorno in pretura o Il Marchese del Grillo) y, sobre todo, a comprobar que actuaba como lo hacen ellos en la actualidad, 24 horas al día. Artistas a tiempo completo.
En su cautivadora figura acoge un sinfín de personajes: arrogante, divertido, altanero, aprensivo, ilusionado o mentiroso. Una promiscuidad, un crisol de valores que componen la compleja mente de los romanos en toda y cada una de las esferas. Gente distraída con la banalidad y cómplice de los pecados. Esas películas denuncian al policía que accede al soborno y abusa del poder, a la incompetencia de los juzgados que miden con doble rasero, al orden caótico, al apego hacia el valor atávico de leyes paleolíticas. Todo ello bajo la sonrisa de un Sordi capaz de decir: “Yo soy yo, y vosotros no sois una mierda”. Y es verdad, ya que así se ven los romanos. Orgullosos de no pasar desapercibidos para el mundo, aunque sea por enseñar sus miserias. Si hasta tienen clase para referirse a todos aquellos que son vagos, que también los hay: ‘dolce far niente’. Una refinada holgazanería. La duda que tengo, ahora, es si reír o llorar.

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