miércoles, 20 de febrero de 2013
Ocaso en el Tíber
"Cuando se bromea, hay que ser serio" (Alberto Sordi)
Es recomendable ver La Dolce Vita para comprender perfectamente la naturaleza de este artículo.
Fellini, un avanzado a su tiempo, regaló a Roma esta maravillosa películula, un tributo que escondía un mensaje subversivo que ha terminado por estallar.
Más allá del sempiterno beso (los labios nunca se llegaron a rozar) entre Mastroiani -borracho y con el pijama debajo para tolerar el frío- y Anita Ekberg, el relato es una apología de la incomunicación. Las miserias de la jet-set, que durante años teñieron de glamour a Roma, llamada entonces la Hollywood del Tíber en referencia a los grandes estudios de Cinecittà. Por allí desfilaban todas las estrellas del séptimo arte, todas ellas con sus dos caras perfectamente diferenciadas: el ángel y el demonio. La felicidad eterna 'vivía' en la Vía Véneto, la calle más prestigiosa de la ciudad en aquella época. La traición, lujura, vicio, falsedad y demás dramas shakesperianos se ocultaban en fiestas clandestinas repletas de figuras que gritaban sin hacer riudo, según el ritual de Munch. En el fondo se trataba de una sociedad opaca en medio de unas ruinas milagrosas, y un país inmerso en el 'benessere' (años dorados del bienestar). Roma se autoveneraba a sabiendas que sería algo perecedero; se limitó a disfrutar, a vivir cómodamente sin ninguna visión de futuro.
La realidad es dura varios lustros después de esos años sesenta... Te acercas a Vía Véneto y ves los mismos restaurantes y hoteles lujosos con sillas y habitaciones vacías, alumbrados por velas lúgubres y sombrías. Ese es el paradigma de la crisis de Roma, cuya resignada sociedad está deseosa de vivir otro período similar. Si sucede, repetirá los mismos errores, muchos más si cabe. Hace tiempo que Italia dejó de inventar, porque los recuerdos de Verdi, Miguel Ángel , Dante o Visconti le dan para vivir todavía.
Ahora el ingenio, desgraciadamente, está en cuarentena. Por eso la 'bella città' prefiere seguir sintiéndose como una diva (en el ocaso) de Hollywood: bella, insegura, indescifrable y temerosa de la soledad. Como esa calle triste y desamparada esclava de su pasado, incapaz de adecuarse al presente y sin recursos para el mañana.
jueves, 14 de febrero de 2013
Habemus papam
"El hombre es un lobo para el hombre" (Thomas Hobbes)
Hace año y medio fui con Isa a los cines Renoir de Plaza de España para ver la última película dirigida por el siempre inquietante, cínico y satírico Nanni Moretti. Ya teníamos en mente la aventura italiana, ahora consumada, por lo que elegimos esa cinta en V.O.S. para potenciar la lengua.
Esperábamos encontrarnos una visión apocalíptica de la iglesia desde el punto de vista de los presuntos casos de pederastia, corrupción y pedofilia. Lejos de la realidad, la historia se centra en un ataque de pánico que sufre el anónimo Papa justo en el momento de ser elegido. Una angustia, una ansiedad, una depresión inunda todo su cuerpo humanizándolo de manera considerable. El Papa no quería el trono de San Pedro. ¿Falta de fe? ¿Miedo a la responsabilidad? ¿Temor a las conspiraciones?
Pues bien, ahora esta historia tiene mucha vinculación, al menos desde mi punto de vista, con lo sucedido hace pocos días en Roma.
Como no pretendo ser sospechoso de nada, quiero comenzar diciendo que creo en dios, pero no en la iglesia. A esta conclusión he llegado preguntando, leyendo y contrastando. Probablemente esté equivocado, pero me traicionaría a mí mismo si no me posicionara. Porque hay más allá detrás de la deteriorada salud del Sumo Pontífice, que se retirará de la esfera pública antes de que ésta termine por devorarle. Su dimisión, para mí, acentúa un periodo gris de la iglesia episcopal, más débil que nunca. Y el problema no está en las inmoralidades -siempre existieron-, sino en la fragmentación interna que sufre, el detonante que vomita todas sus vísceras.
Seguro que Joseph Ratzinger ha intentado poner orden en el vodevil, pero quizá haya sido sin fuerza y demasiado tarde. Ortodoxo con asteriscos, comenzó criticando ya duramente los resultados del Concilio Vaticano II cuando ejerció de brazo teológico de Wojtyla, pero miró para otra parte ante la vida exagerada de Marcial Maciel, fundador de Los Legionarios de Cristo. Según El País, un pederasta que tuvo amante e hija secreta.
No sólo ahí pecó el actual Benedicto XVI. Según Claudio Rendina, escritor italiano, poeta e historiador especializado en la Iglesia, se puso un sueldo a pesar de que, acorde con el Derecho Canónico, tiene poderes y atribuciones como soberano de la Iglesia, y por la tanto no necesita dinero.
Tampoco alzó la voz cuando, tras morir Juan Pablo II, entró al cónclave siendo prácticamente Papa (sin haberse celebrado la votación), empujado por el Opus Dei y un núcleo duro de cardenales alemanes (guiado por el obispo Joseph Höffner). Una victoria asegurada como moneda de cambio por el apoyo de estos en la elección de su antecesor. Pactaron una herencia conservadora.
Son algunas confesiones sacadas del libro '101 misteri e segreti del Vaticano'. Siempre citando a C. Rendina, decir que hubo más en el último medio siglo: escándalos financieros, absención de tasas, relaciones con la masonería o vínculos con la Banda della Magliana (organización criminal que operó en Roma durante los años 70, relacionada con la mafia).
Probablemente al todavía eje de la Curia le destrocen los remordientos de tanta suciedad y presuntos delitos cometidos en la casa de dios, pero un hombre solo, por más que gobierne el país más rico del mundo, no puede purificarlos. Hay demasiada oscuridad en los lugares más recónditos custodiados por las murallas del Vaticano. Allí, los movimientos ultracatólicos -Legionarios, el Opus Dei y Comunión y Liberación- han podido con el afán redentor del Papa.
Hace año y medio fui con Isa a los cines Renoir de Plaza de España para ver la última película dirigida por el siempre inquietante, cínico y satírico Nanni Moretti. Ya teníamos en mente la aventura italiana, ahora consumada, por lo que elegimos esa cinta en V.O.S. para potenciar la lengua.
Esperábamos encontrarnos una visión apocalíptica de la iglesia desde el punto de vista de los presuntos casos de pederastia, corrupción y pedofilia. Lejos de la realidad, la historia se centra en un ataque de pánico que sufre el anónimo Papa justo en el momento de ser elegido. Una angustia, una ansiedad, una depresión inunda todo su cuerpo humanizándolo de manera considerable. El Papa no quería el trono de San Pedro. ¿Falta de fe? ¿Miedo a la responsabilidad? ¿Temor a las conspiraciones?
Pues bien, ahora esta historia tiene mucha vinculación, al menos desde mi punto de vista, con lo sucedido hace pocos días en Roma.
Como no pretendo ser sospechoso de nada, quiero comenzar diciendo que creo en dios, pero no en la iglesia. A esta conclusión he llegado preguntando, leyendo y contrastando. Probablemente esté equivocado, pero me traicionaría a mí mismo si no me posicionara. Porque hay más allá detrás de la deteriorada salud del Sumo Pontífice, que se retirará de la esfera pública antes de que ésta termine por devorarle. Su dimisión, para mí, acentúa un periodo gris de la iglesia episcopal, más débil que nunca. Y el problema no está en las inmoralidades -siempre existieron-, sino en la fragmentación interna que sufre, el detonante que vomita todas sus vísceras.
Seguro que Joseph Ratzinger ha intentado poner orden en el vodevil, pero quizá haya sido sin fuerza y demasiado tarde. Ortodoxo con asteriscos, comenzó criticando ya duramente los resultados del Concilio Vaticano II cuando ejerció de brazo teológico de Wojtyla, pero miró para otra parte ante la vida exagerada de Marcial Maciel, fundador de Los Legionarios de Cristo. Según El País, un pederasta que tuvo amante e hija secreta.
No sólo ahí pecó el actual Benedicto XVI. Según Claudio Rendina, escritor italiano, poeta e historiador especializado en la Iglesia, se puso un sueldo a pesar de que, acorde con el Derecho Canónico, tiene poderes y atribuciones como soberano de la Iglesia, y por la tanto no necesita dinero.
Tampoco alzó la voz cuando, tras morir Juan Pablo II, entró al cónclave siendo prácticamente Papa (sin haberse celebrado la votación), empujado por el Opus Dei y un núcleo duro de cardenales alemanes (guiado por el obispo Joseph Höffner). Una victoria asegurada como moneda de cambio por el apoyo de estos en la elección de su antecesor. Pactaron una herencia conservadora.
Son algunas confesiones sacadas del libro '101 misteri e segreti del Vaticano'. Siempre citando a C. Rendina, decir que hubo más en el último medio siglo: escándalos financieros, absención de tasas, relaciones con la masonería o vínculos con la Banda della Magliana (organización criminal que operó en Roma durante los años 70, relacionada con la mafia).
Probablemente al todavía eje de la Curia le destrocen los remordientos de tanta suciedad y presuntos delitos cometidos en la casa de dios, pero un hombre solo, por más que gobierne el país más rico del mundo, no puede purificarlos. Hay demasiada oscuridad en los lugares más recónditos custodiados por las murallas del Vaticano. Allí, los movimientos ultracatólicos -Legionarios, el Opus Dei y Comunión y Liberación- han podido con el afán redentor del Papa.
viernes, 8 de febrero de 2013
Buon appetito
Pienso que nunca es tarde para mirarnos el ombligo y ver de dónde venimos y a dónde vamos. Porque es necesario dudar de la existencialidad para comenzar de cero con más ganas y, sobre todo, más sabiduría. Romper esa coraza y despojarnos de los múltiples prejuicios que nos corrompen y limitan sin darnos cuenta.
Si así lo deseas te invito a comenzar por la comida italiana, esa cuya mente reduccionista sólo limita a pizza y pasta. Una simplificación que le resta toda su versatilidad, estilo y plasticidad. Porque su cocina es como un movimiento de ajedrez: esconde, elegante y finamente, una segunda jugada. Y sólo aquí puedes conocer estas sugerencias que te ofrezco:
- Vitello Tonnato: se trata de una receta turinesa compuesta por filetes de ternera aderezados con dos salsas distintas. Una, por debajo, compuesta del sofrito (apio, puerro, ajo, zanahoria y nabo) previamente realizado. Y otra, por encima, que resulta tras batir atún, huevo duro y anchoas. Todo decorado con laurel, perejil, romero y alcaparras. El maravilloso aceite de oliva del sur italiano, oriundo de los olivares sicilianos, hace el resto.
- Saltimbocca alla romana: también con filetes de ternera, pero con un corte fino y delicado. Extenderlos sobre el plato cuando aún están crudos y solaparles una loncha de jamón serrano, un poco de queso gorgonzola y un par de hojas de salvia. Enrollar todo el material de tal manera que, visualmente, parezca un rollito de primavera. Un palillo evitará que se deshagan. Luego sólo queda rehogarlos tranquilamente en la sartén con mantequilla y vino blanco.
- Fritto misto: aunque se puede hacer en casa -y su elaboración parece más sencilla-, recomiendo probarlos en cualquier restaurante por un módico precio. Requieren de un toque sutil digno de los mejores chefs de la ciudad. A mí me gusta especialmente el supplì y el fiore di zucca. El primero es una especie de croqueta gigante rellena de arroz, pomodoro, champiñones y mozzarella fundida. El segundo es un rebozado con flor de calabaza, anchoa y queso. En la sencillez está su dificultad.
- Polenta: es un plato para almorzar típico del Piamonte (norte de Italia). Un puré -compuesto por harina de trigo- que ya se consumía en los tiempos del Imperio Romano. Sirve como acompañante de varios alimentos, pero yo recomiendo mezclarlo con un asado de costilla de cerdo y salchichas, salteadas junto a zanahoria, apio y cebolla. Todo estará listo para comer cuando se espolvoreé con los dos quesos más famosos de esta parte del mundo, parmesano y pecorino.
- Gnocchi: una variedad muy conocida en la zona del Trentino, al noreste. Son una especie de pequeños grumos elaborados con patatas, sémola de trigo, castañas y maíz. Lo ideal es comprarlos frescos, cocerlos y enriquecerlos con un sofrito; elaborado paralelamente; a base de salchichas de cerdo y setas 'porcini' (las mejores). Todo bien hecho en la sartén con ajo, aceite y guindilla. Una cucharada de salsa de trufa supone la guinda perfecta a los gnocchis.
¡A disfrutar!
sábado, 2 de febrero de 2013
Amor imposible
Tenía pensado que este artículo hablara del placer culinario que supone la cocina italiana -mucho más allá de la pasta y la pizza-, pero la destitución de Zeman pide su merecido protagonismo.
Puedo presumir de haber presenciado en el estadio el primer y último partido oficial del técnico checo este curso. Algo parecido me pasó con Guardiola, aunque a otra escala. Y es que vi el primer y último título de su maravilloso legado. Dos Copas del Rey, ambas ante el Athletic, para abrir y cerrar un mordisco de historia que se antoja inmortal e irrepetible.
Con Zdeněk Zeman (Praga, 1947), el cuento tuvo un final sin hadas. No ganó ninguno de esos dos partidos que menciono, y el segundo dirigió a una Roma espantosa. Un equipo descosido sin rumbo, amor ni alma. La chispa, definitivamente, se apagó. Es algo que estaba condenado a pasar, de lo contrario la relación sería contraproducente. Se querían, se amaban incluso, pero las diferencias y la personalidad de ambos (equipo y entrenador) eran tan grandes que se antojaban insalvables. La decisión es buena, pero ahora les costará comenzar un camino por separado. Más a la Roma que al mister bohemio, defensor a ultranza del fútbol total, concebido como un deporte en movimiento alejado de las farmacias, algo que le costó varios juicios contra la Juventus a finales de los noventa. Eso forzó su primera salida de la Roma.
Amante del 1-4-3-3, de unas técnicas de preparación marcadas por el esfuerzo y la diligencia, Zeman puede acabar su carrera deportiva sin un solo título, pero con un rostro pétreo e impertérrito que le delata: los éxitos no sólo se conciben a gran escala. Subió al Foggia a Primera División en 1993 (primer milagro) e hizo lo propio con el Pescara el año pasado marcando, además, 89 goles a favor (la Juve campeona de Italia no llegó a 70) y dando la vez a dos prodigios del fútbol italiano como son Verratti, cerebro del actual PSG, e Insigne, acompañante de Cavani en el ataque del Nápoles. Nadie recuerda ya eso, como nadie recordará que Marquinhos -actual central 'giallorosso', seguido por Barça y Madrid- fue descubierto por Zeman. La gente quiere títulos, y es normal. Pero apuesto a que el nuevo entrenador de la Roma no mejorará en demasía la situación. Volverán al once Stekelenburg y De Rossi, pero ni el primero será Yashin ni el segundo el heredero de Totti. Son buenos futbolistas, pero han mostrado un nivel escaso en los últimos tiempos con la 'loba'.
Ahora se abre una nueva etapa, quizás ilusionante para una afición desencantada. Los inicios, como en casi todo, irán sobre ruedas. Luego vendrá la cruda realidad. Concretamente la de un equipo pequeño que quiere comportarse como entidad grande. O al revés. Totti sigue siendo su mejor futbolista. Algo falla cuando esa sentencia se sigue cumpliendo con los años... Ya lo dijo Luis Enrique, el antecesor de Zeman, un técnico soñador cuyo relato futbolístico, a veces, no congenió con los finales felices. Por eso nunca sonríe; por eso deja tanta huella.
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