La invencibilidad está en uno mismo, la
vulnerabilidad en el adversario. (Sun Tzu, ‘El arte de la guerra’)
Si el Coliseo hablara, debería pedir una explicación
por lo sucedido. Su mala conservación, paradójicamente, no se debe sólo a la
erosión ocasionada por las inclemencias o el daño de los terremotos, sino a la
miseria e ineptitud humana. Primero se expolió para restaurar San Pedro (la
iglesia no perdona); el resto son secuelas de la II Guerra Mundial, precedente
de una tercera que está por arribar.
Por si fuera poco, desde hace dos años estas piedras
milenarias –símbolo del Impero Romano- son gestionadas por Diego della Valle,
dueño de la empresa de zapatos Tod’s, además de socio en los almacenes y Saks y
en RCS, el grupo editor del Corriere della Sera, Marca y El
Mundo. Manos privadas para cargar con una necesaria restauración. El gobierno
que lo hizo, por si había dudas, fue el de Berlusconi. Sí, el estado italiano
vendiendo al mejor postor una parte memorable de su historia.
Se cumple, pues, la profecía con
la que ironizó el cómico incorregible Totò en la película TotoTruffa 62, en la que
vendía a un americano la Fontana de Trevi. ¿Mofa de la sociedad estadounidense
compradora incompetente o de una Italia que vendería a su madre si la
conociera? Este hecho señala la ignominia de una sociedad que debería respetar
más a un emblema construido en la dinastía Flavia –en realidad es Anfiteatro
Flavio-, que preserva los órdenes dóricos, jónicos y corintio (exclusivo en el
mundo) y que se apodó ‘Colosseo’ por hallarse junto a una escultura de Nerón,
conocido con el sobrenombre de ‘Colosso’.
Han pasado más de dos siglos
desde su nacimiento, y el mundo no ha hecho más que subestimarlo. Cuando en
realidad debería estar a sus pies, como esos gladiadores que besaban la arena
ante las 50.000 personas que a menudo lo abarrotaban. Eran los tiempos en los
que los hombres luchaban contra las bestias para divertir al César y engatusar
al pueblo. Hoy los hombres son las bestias y se entretienen con bombas atómicas
y especulación de capitales. Si Nerón levantara la cabeza prendería fuego a
Roma nuevamente.
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